A estas alturas es poco probable que haya quien no sepa identificar a San Patricio con Irlanda, aunque aún habrá quien crea que sólo es una estrella de mar bobalicona y amiga de una esponja. El santo patrón de ese país -de los dos, el sur y el norte, aunque en uno es fiesta y en el otro no, al menos oficialmente- celebra su onomástica el próximo lunes 17 de marzo, con lo cual todas las comunidades irlandesas diseminadas por el mundo están desempolvando sus banderas, tréboles, trajes de duende y gaitas. Y, sí, también hacen acopio de cerveza.

Esa parafernalia, sin embargo, es reciente. Los mayores seguro que recuerdan cuando en su juventud los fastos se limitaban a no ir a trabajar y celebrar procesiones con la imagen religiosa después de la preceptiva misa; al menos en la tierra de origen, ya que los estadounidenses enseguida el dieron un carácter más laico y carnavalesco, que es el que hoy predomina en todas partes.

Así, la gente porta el shamrock (trébol, símbolo de buena suerte porque representa la Santísima Trinidad) y se disfraza con un gran sombrero de copa y unas vestiduras verdes en alusión a los duendes que San Patricio expulsó de Irlanda cuando llevó allí el cristianismo allá por el siglo V y que, en realidad, son una encarnación grotesca de los druidas desplazados por la nueva religión (asimismo, se dice que libró la isla de serpientes, clara metáfora del Diablo). También se tiñe de verde la cerveza (con colorantes naturales), pues el santo no sólo enseñó a los irlandeses la palabra de Dios sino a destilar licores -para beberlos se las arreglan solos, sin duda-.

En fin, los principales centros de atención ese día son dos: Dublín y Nueva York. En la capital irlandesa se celebra un desfile de bandas tradicionales de música, gaiteros y tamborileros sobre todo, no faltando enormes esculturas hinchables, fuegos artificiales, teatro callejero y visitas a los pubs.

Algo similar ocurre en la ciudad estadounidense, a donde la fiesta llegó en 1762 de la mano de los veteranos soldados irlandeses que habían combatido allí contra la dominación inglesa: más de ciento cincuenta mil personas desfilan por las amplias avenidas, incluyendo los cuerpos de policía y bomberos (tradicionalmente integrados por irlandeses), acompañados por el granito de arena español que aportan bandas de gaitas asturianas y gallegas. Además, el Hudson se tiñe de verde durante unas horas, al igual que pasa en Chicago con el lago Michigan.

Pero las celebraciones no se limitan a esos sitios, pues ya han alcanzado un carácter global. Así, los monumentos más emblemáticos del mundo se incorporan a la fiesta coloreándose también de verde mediante una iluminación especial. Lo hicieron sitios tan impactantes como las Cataratas del Niágara o el Cristo Redentor de Río de Janeiro, pero también otros que parecían más improbables a priori, como las Pirámides de Gizeh o La Cibeles madrileña.

Este 2014 se suman nuevos lugares, caso de nuestra coruñesa Torre de Hércules, la antigua ciudad jordana de Petra o el Castillo de la Bella Durmiente de Disneyland París, entre otros.

Foto 1: Knowloedge Seeker en Wikimedia
Foto 2: Ardfern en Wikimedia

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