Ruta no sólo de los conventos sino también de las iglesias, que en Lima hay para dar y tomar. Al fin y al cabo, la actual capital de Perú fue fundada por los españoles -por el mismísimo Francisco Pizarro, para ser exactos- el 6 de enero de 1535, es decir, en plena Epifanía (da ahí que se la conozca como Ciudad de los Reyes, en referencia a la adoración de los Magos). Y como para los conquistadores lo primero era asentar la religión, la ciudad fue llenándose de templos cristianos y cenobios.

Un itinerario para conocerlos podría empezar por la propia Catedral, que no es la original sino una reconstrucción del siglo XVIII porque la anterior se derrumbó por un terremoto. Aún así, conserva intersantes piezas antiguas, como una talla de Martínez Montañés, un Cristo de marfil regalado por el emperador Carlos V y el sepulcro de Pizarro.

Uno de los edificios religiosos mejor conservados es el Convento de Santo Domingo, del siglo XVI, donde yacen los restos de Santa Rosa de Lima y San Martín de Porres. No obstante, se queda pequeño ante la mole del Convento de San Francisco, que constituye uno de los principales atractivos turísticos por su claustro, su museo de arte sacro y, sobre todo, las catacumbas. Éstas, cementerio en tiempos coloniales, contienen setenta mil tumbas con los huesos perfecta y algo macabramente ordenados.

Ya que hablamos de Santa Rosa, que es la patrona de Perú, hay que hacerlo también de la ermita levantada en su lugar de nacimiento. En el pozo del lugar, cuenta la leyenda, la santa arrojó la llave de las cadenas que llevaba atadas a la cintura. Claro que en cuestión de leyendas, quizá la más potente sea la del Señor de los Milagros: el actual templo, también conocido como de las Nazarenas, se alzaría justo donde un esclavo negro pintó una cruz sobre un muro, la única pared que sobrevivó al seísmo de 1655. Está en el barrio de Pachacamilla y es el centro de una de las mayores festividades religiosas del mundo, en septiembre.

Sigamos revisando la historia. El libertador José de San Martín proclamó la independencia en un sitio que parecía propicio, la iglesia de la Merced, donde se había celebrado la primera misa de Lima. Sin embargo la Naturaleza parecía no estar de acuerdo, a juzgar por los desastres a que sometió al edificio varias veces. Lo que queda es del siglo XVIII.

La actual Casona de San Marcos era la sede del Noviciado de San Antonio Abad, de los jesuitas, y de la Universidad más antigua de América (1551). La orden ignaciana también edificó la iglesia de San Pedro, cuyo estilo típico colonial se conserva casi igual que en el siglo XVII. Todo lo contrario que la de San Sebastián, de la que únicamente quedan la portada churrigueresca y la sacristía.

Aún quedaría citar tres lugares muy distintos entre sí. Primero, el Convento de los Descalzos, situado al final de la Alameda homónima, a cuyos lados se pueden ver las iglesias de Santa Liberata y Patrocinio. Segundo, otro templo, el de Jesús, María y José, que con su única nave y sus dorados retablos barrocos se ubica muy cerca de un convento más, el de las Clarisas Capuchinas. Y tercero, otro de esos puntos que despiertan especialmente el interés de los turistas: el Museo de la Inquisición, que ocupa la que era sede de aquel tribunal, mostrando calabozos, aparatos de tortura y… una magnífica biblioteca.

Más información: Lima
Foto: Hakan Svensson en Wikimedia


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